Días 1 y 2: Llegada, «En el interior del volcán», Vik y Cueva de hielo

Día 1: Llegada y bienvenida volcánica

El viaje comenzó con un vuelo de 4 horas y media desde Alicante hasta Keflavik. Todo iba según lo esperado hasta que, casi al final del trayecto, el piloto hizo un anuncio inesperado: había un volcán en erupción visible desde el avión. No pudimos evitar pegarnos a la ventana para verlo, y ahí estaba, lanzando lava en plena noche. Fue impresionante, como si Islandia quisiera darnos una bienvenida única.

Llegamos al aeropuerto a la 1:30 de la mañana, bastante cansados, pero con el plan claro: recoger el coche de alquiler y empezar el viaje. Aunque era tarde, decidimos que no podíamos dejar pasar la oportunidad de acercarnos al volcán que habíamos visto desde el aire.

Era ya la sexta erupción en lo que iba de año de este volcán, el Sundhnúkur, cerca de la localidad de Grindavik. La lava surgía como un río, a través de una fisura de unos cuatro kilómetros. Ya que no era una erupción explosiva, a este tipo de erupciones los islandeses las conocen como “erupciones turísticas”, debido a la alta afluencia de visitantes a los alrededores del volcán.

La experiencia fue surrealista. En medio de la oscuridad, el cielo se iluminaba con el rojo de la lava, y aunque no estábamos tan cerca como para sentir el calor, la magnitud del momento era suficiente para dejarnos sin palabras.

Finalmente, llegamos al hotel a las 4:30 de la madrugada, sabiendo que íbamos a dormir muy poco.  El hotel lo teníamos en la ciudad de Keflavik, cerca del aeropuerto. Lo habíamos reservado aquí para llegar pronto una vez aterrizar y no tener que desplazarnos hasta Reykiavik (a casi una hora de distancia).

El plan para el día siguiente requería madrugar, pero después de un inicio así, ¿cómo no emocionarse por lo que venía?

Día 2: Dentro del volcán, rumbo a Vik y la cueva de hielo

El segundo día arrancó con una de las experiencias más impresionantes del viaje: una visita al volcán Thrihnukagigur. Con la compañía Inside the Volcano, nos adentramos en su cámara magmática, algo que no se puede hacer en ningún otro lugar del mundo.

La aventura comenzó con una caminata de unos 45 minutos hasta el campo base. El paisaje, típico de Islandia, era una mezcla de rocas volcánicas, musgo y un horizonte infinito. Cuando llegamos, nos recibieron con un bowl de la clásica sopa islandesa, simple pero reconfortante, especialmente con el frío que empezaba a sentirse.

Desde el campo base continuamos el ascenso hasta la cima del volcán. Aquí las cosas se pusieron serias: el viento soplaba con fuerza, y tuvimos que sujetarnos a una cuerda para evitar desequilibrios.

Al llegar al cráter, subimos a un ascensor abierto que nos llevó al interior del volcán. El descenso fue espectacular, con paredes de colores rojizos, amarillos y negros que parecían salidas de otro planeta. Bajamos despacio, disfrutando cada segundo de esa vista única.

Una vez dentro, exploramos la cámara magmática, que es más grande de lo que imaginábamos. Parecía una caverna enorme, con un ambiente silencioso y una sensación de estar en un lugar verdaderamente antiguo y especial. Nos quedamos unos 30 minutos ahí abajo, suficiente para absorber la experiencia.

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Después de la visita, deshicimos el camino de vuelta al coche. Nos tocó correr porque empezaba a chispear.

Después de nuestra experiencia dentro del volcán, retomamos el viaje sin perder tiempo y pusimos rumbo a Vik i Myrdal, un pequeño pueblo al sur de Islandia.

En el camino, decidimos parar en el pueblo de Selfoss a comer. Fuimos a un puesto de hot dogs, el Pylsuvagninn, que tiene un delicioso Deep Fried hot dog, que para nosotros fue el mejor que probamos en Islandia.

Ya habiendo comido, y antes de llegar a Vik, hicimos varias paradas rápidas para visitar un par de cascadas durante el camino: Seljalandsfoss y Skogafoss. Aunque no tuvimos mucho tiempo, bastó para admirarlas e incluso en Skogafoss meternos por detrás de ella mientras nos mojarnos un poco con la bruma que lanza al caer.

Al llegar a Vik, nuestra siguiente aventura nos esperaba: la visita a la cueva de hielo de Katla con la compañía Troll Expeditions. Esta experiencia comenzó con una caminata ligera sobre el glaciar, rodeados de paisajes de otro mundo, con formaciones de hielo y ceniza volcánica que le daban un aspecto único.

La cueva en sí fue fascinante. Los tonos azules y grises del hielo mezclados con las líneas negras de ceniza creaban un contraste espectacular. El guía nos explicó cómo se formó la cueva y cómo el glaciar sigue moldeándose con el tiempo. Fue una visita relativamente corta, de alrededor de una hora, pero muy interesante y totalmente diferente de lo que habíamos visto hasta ahora.

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Para cerrar el día con broche de oro, fuimos a cenar a The Soup Company. La idea de una sopa caliente después de tantas actividades era perfecta, y no nos decepcionaron. Probamos la Red Hot Lava y la Curry Fish Soup, y ambas fueron un éxito. Sabrosas, calientes y justo lo que necesitábamos.

Con el estómago lleno y los pies cansados, finalmente nos dirigimos al alojamiento, listos para descansar después de un día tan largo y lleno de aventuras.


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