El tercer día arrancó temprano, con otra madrugada y un viaje de dos horas hacia Skaftafell. Allí nos esperaba una caminata sobre el glaciar, más larga y exigente que la del día anterior. Desde el primer momento, el glaciar nos dejó sin palabras: el hielo, los colores y las formaciones naturales parecían irreales.
Nuestro guía fue clave en la experiencia, explicándonos cómo se forman los glaciares y cómo están siendo afectados por el cambio climático. Además, nos enseñó un truco curioso: las «flexiones» para beber agua directamente del glaciar. No solo fue divertido, sino que beber agua tan pura fue algo único.
Tras terminar la caminata, nos dirigimos a la cascada Svartifoss, famosa por sus columnas de basalto. El camino para llegar a ella fue más largo de lo que pensábamos, y tuvimos que apresurarnos porque íbamos un poco justos de tiempo. Aun así, valió la pena. La cascada, enmarcada por esas formaciones rocosas tan particulares, es un espectáculo que parece diseñado a propósito.
Por la tarde, nuestra siguiente parada fue el Ice Lagoon (Jökulsárlón), una laguna glaciar impresionante. Allí nos subimos a una Zodiac que nos llevó cerca de los enormes bloques de hielo que se desprenden del glaciar. La sensación de estar tan cerca de esas moles flotantes es difícil de describir, pero fue uno de los momentos más memorables del viaje.
Antes de seguir nuestra travesía en coche, decidimos visitar la Diamond Beach, ya que se ubica realmente cerca del Ice Lagoon. Esta playa es famosa por poderse divisar los icebers desprendidos del glaciar saliendo del lago y haciendo su entrada en el mar. Algunos de los icebers más pequeños quedan varados en la playa y permiten unas fotos realmente curiosas.
Después de un día lleno de paisajes helados, pusimos rumbo al pueblo marinero de Höfn. Por cierto, al conducir por las carreteras de Islandia hay que tener cuidado con la fauna local, particularmente las ovejas, ya que a veces deciden cruzar la carretera (y sí, siempre van de tres en tres…)
Hôfn es conocido por su pescado, especialmente la langosta. Fuimos a cenar a Hafnarbuðin, un lugar que nos habían recomendado, en donde probamos el famoso sándwich de langosta, y la verdad es que no decepcionó. Rico, sencillo y perfecto para cerrar el día.
Con el estómago lleno y la cabeza llena de imágenes de glaciares y cascadas, nos fuimos a descansar, listos para lo que nos esperara al día siguiente.
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